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La postal era envidiable. Miles de argentinos (jóvenes, familias con niños y adultos mayores) homenajeaban en el Obelisco a la Selección pese a la derrota ante Alemania en la final del Mundial Brasil 2014. Celebraban que el conjunto de Sabella dejó todo en la cancha y les devolvió la alegría después de 24 años de penumbras. No importaba no haber conseguido traer la tan ansiada Copa del Mundo. La actuación de la Albiceleste les significaba un gran orgullo y valía la pena honrar por ello.
De pronto, ese escenario de fiesta y algarabía que transcurría en paz terminaba de forma abrupta y se opacaba por culpa de un grupo de violentos que decidió provocar durante casi tres horas una batalla campal y arruinar por completo los festejos.